Taylor Swift
Midnights

A estas alturas de su vida, si te preguntas qué le quita el sueño a Taylor Swift, pues la respuesta es sencilla: sus dilemas amorosos y las cicatrices que han dejado; la presión inducida por la insistencia de la mirada de los demás sobre ella como una figura famosa; la ansiedad; la duda; la necesidad de demostrar, sobre todo a sus detractores, que es capaz de superarse a sí misma en cada álbum. No es nada que no haya contado antes en su discografía, a la que a partir de la semana pasada hay que añadir a Midnights, un conmovedor pero desigual décimo álbum que marca su regreso al pop tras dos discos pandémicos en los que se había refugiado en el folk y el art rock. Publicados en 2020, Folklore y Evermore, concebidos, orquestados y grabados con la ayuda de los hermanos de The National Aaron y Bryce Dessner, fueron una respuesta adecuada al ambiente de confinamiento del momento, que los Grammy destacaron al nombrarlo Álbum del Año. Este par de álbumes también impulsó el perfil de Swift como cantautora, ya que su estilo de composición confesional se vio reforzado con imágenes bien elaboradas y frases mejor elaboradas.
Ahora, ese talento se centró en este disco, que se enmarca en un pop empapado de sintetizadores y una variedad de ritmos que van desde en un trap muy ligero hasta flirteos con el house, como si Swift quisiera volver a la cima de las listas donde estaba cuando lanzó Lover en 2019. Midnights es el disco para los fans de canciones como Dress, False God o The Archer, y si somos honestos, es de buen gusto, equilibrado y maduro: sus fans probablemente han estado esperando un comeback así. Pero con toda su clase, ambiente y delicadeza musical, da la impresión de ser casi demasiado elegante y adulta. Por una parte está la producción de Jack Antonoff, que parece ser inevitable en cualquier disco de pop del último año (¿en serio, no hay alguien más?), lo que crea un problema: es muy bueno de una manera predecible. Esta previsibilidad se manifiesta en sonidos que nos recuerda a la instrumentación, los tempos y los efectos de discos como Melodrama de Lorde, sin llegar a los mejores momentos de este, pues llega un momento en el que los sintetizadores retro otoñales se vuelven homogéneos cuando se escuchan una y otra vez.
Eso no quiere decir que el sonido no sea efectivo: Lavender Haze, la centrada y melancólica You’re On Your Own, Kid o Mastermind, se deslizan maravillosamente entre la narración y la introspección. En sus mejores momentos, Midnights impresiona con su meticuloso y cuidado diseño de sonido, pero a menudo Antonoff confunde con los efectos de estudio que aplica a la voz de Swift, haciéndola sonar a veces más cristalina o demasiado apagada: al menos en Midnight Rain, Swift y Antonoff asumen el riesgo estético más atrevido, transformando por completo el timbre y el rango de la voz de la cantante durante un coro sin más ritmo que el de dos palmas. El título por sí solo denota la naturaleza nocturna de estas canciones, generalmente suaves; pero Swift también se sumerge en sus noches con la escalofriante y trágica Anti-Hero, una de las más exitosas del álbum. En cambio, la siguiente, Snow on the Beach, decepciona, teniendo en cuenta que se trata de un dúo con Lana Del Rey, quien se pierde entre cuerdas preciosas, guitarras ondulantes, voces con eco y una melodía banal. Más adelante, Sweet Nothing (compuesta e interpretada con la pareja de la artista, el actor Joe Alwyn bajo su seudónimo William Bowery), llega al corazón con sus letras relajantes y llenas de amor. Hubiera sido un final perfecto para este agridulce álbum de electro-pop, pero Swift eligió en su lugar un final más rítmico, con Mastermind.
El lirismo de Taylor también parece sorprendentemente cambiante en este disco, ya que mientras letras fantásticas como I have this thing where I get older, but just never wiser / Midnights become my afternoons / When my depression works the graveyard shift, all of the people / I’ve ghosted stand there in the room se hicieron virales al instante en Anti-Hero, hay algunas cuestionables como Sometimes, I feel like everybody is a sexy baby / And I’m a monster on the hill, o coros aporreados en temas como Question…?. Por fortuna, temas como Vigilante Shit (muy a lo Billie Eilish) nos ofrece un lado más oscuro de la cantautora, con amargos y desagradables juegos de palabras sobre la cocaína y deseos de venganza expresados en cada outfit que escoge, y Karma es una explosión new wave que estamos seguros que estará en el Spotify Wrapped de muchos. Sigue llevándonos por esa ruleta rusa de emociones, como ella misma describió en sus redes sociales: “La vida puede ser oscura, estrellada, nublada, aterradora, electrizante, caliente, fría, romántica o solitaria. Igual que Midnights“.
Que no quede duda: Midnights es uno de los discos más coherentes y bien logrados que Swift ha hecho hasta la fecha, pero se siente menos como un logro artístico tras la experimentación sonora de Folklore y Evermore; es como si en esta oportunidad no hubiese hecho un salto a lo desconocido, sino que nos llevara de la mano por terrenos pop que ya hemos visitado en álbumes anteriores como 1989 o Reputation. Y sí, hay muchas cosas que nos gustan, muchas líneas bien escritas, mucha producción de buen gusto, y pequeños momentos musicales que descubrir. Si hay algo que no se le puede reprochar a Taylor Swift es que se repita; y si bien Midnights es tan refrescante como familiar y nos demuestra que Swift tiene en sus manos una fórmula que siempre le sirve (esa de contar sus amores y penas a través de un pop impecable), esta producción no supera del todo la experiencia otoñal que nos hizo sentir hace un par de años. Aún así, nos ofrece canciones de refugio y evasión envueltas en un pop de confort que siempre puede revisitarse.
Escucha Midnights en su totalidad a continuación.
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