Florence + The Machine
Dance Fever

En los últimos dos años, parece que Florence Welch, al igual que todos nosotros, se encontraba en algún lugar del caos psicológico, completamente abrumada por toda la locura pandémica que vivimos colectivamente. Sin conciertos, sin contacto con su público, perdió de cierta forma el sentido de la vida: cualquiera que haya visto a Florence + The Machine sabe lo mucho que esta mujer vive y ama la actuación hasta la última gota de sudor, así que las consecuencias psicológicas de la pandemia la llevaron a preocuparse por recaer en la adicción al alcohol, y cuestionarse su existencia hasta que al fin, renació de ese momento en el que tocó fondo como un fénix pagano, y así nació Dance Fever, su quinto álbum de estudio.
Descrito como “un cuento de hadas en 14 canciones”, Dance Fever es un álbum lleno de delirios de grandeza e ingenio melodramático que apela sin duda a nuestras fibras más sentimentales sin llegar a lo cursi. Armada con su escritura romántica y soñadora, Florence nos regala poesía gótica con un telón de fondo pleno de sentimientos, independencia, poder y una invitación a la emancipación, que resuenan más que nunca con nuestra condición humana. Con este disco, Welch sigue cultivando su personaje y universo barroco absolutamente fascinante. Con tan solo escucharlo, podemos ya imaginarnos su próximo tour con conjuros colectivos, extravagancias espirituales y excesos dramáticos, como si se tratara de un exorcismo de su dolor en composiciones grandiosas y densas. El origen de este nuevo álbum es un acontecimiento bastante inquietante que marcó a Estrasburgo en 1518: la epidemia de baile. Esta es una historia que se asemeja a un mito urbano y nos cuenta cómo un grupo de “enfermos” se agotó hasta la muerte bailando día y noche por las calles de la ciudad. La alegoría de la comparación entre la “coreomanía” del siglo XVI y la pandemia de Covid que estamos viviendo hace que el disco se sienta como una invitación a bailar frenéticamente al ritmo de esta vida y este caos que nos atraviesa.
Si bien los coproductores del álbum, Jack Antonoff y Dave Bayley, consiguen darle una capa de pop accesible al álbum, la esencia de este nuevo trabajo sigue siendo alternativa. El inimitable sonido de Florence Welch ve amplificados sus contornos barrocos por la guitarra acústica y la percusión. En general, no se reinventa realmente, sino que decide explorar más su terreno de juego. Cuando se ve la audacia de un tema como Daffodil, es como si la madurez que ha acumulado a lo largo de los años le hubiera permitido no solo captar la intensidad de una canción, sino también jugar con ella a su antojo. El tema es una montaña rusa que va in crescendo y luego estalla en un outro con ráfagas de tambores. La fiebre del baile está asegurada con temas luminosos como Choreomania o My Love, que despliega la fuerza de diva disco de Welch en destellos brillantes en frases como tell me where to put my love, que canta como si su vida dependiera de ello. Heaven Is Here y King reúnen las armas características de Welch: letras significativas y una construcción rítmica atractiva; pues son como gritos para ser recitados por otros. En el primero, Welch rompe el muro de la intimidad al abordar el tema de la maternidad, que nunca ha tenido la oportunidad de experimentar, pero contrarresta este arrebato de vulnerabilidad con una expresión de estremecedora potencia: I am no mother, I am no bride, I am king.
Al decidir utilizar la intimidad de su escritura como motor, Florence nos habla de cosas personales haciéndolas universales, como sucede en The Bomb: And break me, shake me, devastatе me/Come herе, baby, tell me that I’m wrong/I don’t love you, I just love the bomb, canta en una evasiva y acariciante balada acústica. Lo mismo sucede en Back In Town, que cuenta un desamor inevitable que comienza con las líneas Never really been alive before/I always lived in my head” y concluye con “I came for the pleasure, but I stayed/Yes, I stayed for the pain. Pero es cuando el álbum se vuelve más suave y ligero cuando alcanza sus mejores momentos, algo irónico con una producción que celebra el frenesí del baile, pero sabemos que toda catarsis de baile desenfrenada debe ir acompañada de un tiempo para respirar, para dar un paso atrás, y por ello, Morning Elvis cierra de manera hermosa la producción.
A lo largo de Dance Fever, el hilo narrativo de Florence + The Machine no decae, combinando leyenda y mito barroco con momentos íntimos y la trascendente y auténtica poesía de sus letras. Aunque la colección pueda parecer un poco heterogénea a veces, las canciones forman un buen mapa para contarnos la historia de una generación que inevitablemente encontrará una parte de sí misma en las líneas de este quinto álbum. Puede que no estés totalmente bajo el hechizo de Florence + The Machine por tus propias razones, pero en este disco brilla un espíritu libre en el que el fuego de la creación parece no apagarse nunca: Florence estuvo demasiado tiempo en la oscuridad, y es un placer verla brillar de nuevo en lo que mejor sabe hacer.
Escucha Dance Fever en su totalidad a continuación.
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