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Film / TV Perspectives

Doppelgängers, esferas doradas y bombas atómicas: ¿Qué mierda está pasando en Twin Peaks?

Fotografía: Showtime
Words Mirangie Alayon Reading 6 minutos

Ah, Twin Peaks. La espera de este revival se nos hizo eterno desde que hace unos tres o cuatro años comenzó a jugarse con la idea de que el icónico show de David Lynch y Mark Frost pudiese regresar a la televisión, y aunque parezca mentira, ya llevamos ocho capítulos viendo de qué manera se está desenmarañando (o quizás enredando más) las historias de los personajes que llevamos conociendo desde hace más de 25 años.

Para los neófitos de la narrativa Lynchiana, nos imaginamos que estos ocho capítulos han sido prácticamente inescrutables más allá de la trama evidente: nos hemos enfrentado a cajas de cristal, un doble malvado de Dale Cooper, y situaciones que a veces nos confunden más. Hace poco les hablamos del vínculo entre Lynch y su artista favorito, Francis Bacon, pero cualquier cosa que nos estemos esperando y cualquier cosa que se nos haya ocurrido en nuestra febril mente, jamás se hubiese comparado con lo que Lynch nos tenía preparado en uno de los capítulos más increíblemente salvajes y majestuosos que la televisión haya visto en los últimos años… The Return: Part 8. Atención, que vamos con spoilers.

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Pretty Hate Machine

Twin Peaks

Fotografía: Showtime

Sin duda alguna, la oscuridad y la maldad fueron el signo que guió este capítulo desde el principio. Y sí, sabemos que en momentos el capítulo se sintió como ver la versión Twin Peaks de The Tree of Life de Terrence Malick, o quizás de la famosa secuencia espacial de 2001: A Space Odyssey de Stanley Kubrick. Las comparaciones no son exageradas, por lo contrario, el episodio fue sin duda uno de las horas más intensas dirigidas por Lynch, y una que nos demuestra que sus universos paralelos son el corazón de su obra.

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Todo comenzó en donde lo dejamos en el capítulo anterior, con la salida del Cooper malvado de la cárcel, con su compañero Ray Monroe, quienes recorren las oscuras carreteras de Dakota del Sur mientras planean su próxima movida, que como vemos, terminó en una traición por parte de Ray, y algunos balazos al pecho del doble de Cooper. Allí comenzaron las superposiciones entre el mundo real del universo de las criaturas del Black Lodge, hombres cubiertos de carbón, como mineros del inframundo, y quienes parecían saborear la sangre de Cooper ante la mirada aterrada de Ray, quien se marcha del lugar asumiéndolo muerto. Desde el bar Roadhouse, Trent Reznor cubierto de cuero de pies a cabeza nos canta junto a Nine Inch Nails una canción de cuna industrial desde las tinieblas, y cuando suena la última nota, como si no hubiese pasado nada, el doble malvado de Cooper regresa de la muerte.

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Y como si no hubiese pasado nada, llegamos a un flashback en blanco y negro, localizado en el Nuevo México de 1945, el día 16 de julio, cuando el Proyecto Manhattan detona la primera bomba atómica. En un zoom impactante, y teniendo como soundtrack la pieza Threnody for the Victims of Hiroshima de Krzysztof Penderecki, nos adentramos en el microcosmos de destrucción absoluta y de creación absoluta que sólo puede esconderse entre el fuego, los átomos y el humo. El sonido es distorsionado, como las partículas que descienden como lluvia ante nuestros ojos.

Y así, del ectoplasma de una criatura sin rostro o sin sexo, nace la maldad. El elusivo Bob, que un día decidió invadir el cuerpo de Leland Palmer para acabar con la vida de Laura, una adolescente aturdida por la oscuridad de una vida doble. Así nacen sus dobles del Black Lodge, con cigarros que cuelgan de sus labios, desdentados y cubiertos de muerte. Así nacen extrañas criaturas de la nada para deslizarse por las gargantas de adolescentes inocentes.

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This is the water and this is the well…

Twin Peaks

Fotografía: Showtime

Así terminamos en un vasto océano que nos lleva a un castillo moderno de cromo, en el que la Señorita Dido escucha música en un fonógrafo antes de que llegue el sonido de una alarma que El Gigante (interpretado por Carl Struycken) termina apagando antes de llegar a una pantalla que revive el gran hongo de humo de la bomba atómica. EL Gigante levita hasta que una especie de polvo espacial dorado se forma desde su cabeza, generando una gran esfera de oro que Dido recibe con asombro para ver en esta el rostro beatífico de Laura Palmer. Dido la besa y la deja libre en una máquina que la proyecta sobre un mapamundi, como el ángel destinado a ser la víctima de Bob y que balancee la justicia divina del universo.

Un nuevo flash forward nos lleva a 1956, donde una pareja adolescente camina en una noche oscura mientras el séquito de hombres del bosque y del Black Lodge caminan por las calles desiertas, buscando víctimas que al fin encuentran en una estación de radio, cuya recepcionista y locutor terminan muriendo bajo la mano de la maldad, una que destroza cráneos con fuerza mientras entona un verso repetitivo al micrófono:

This is the water and this is the well. Drink full and descend. The horse is the white of the eyes and dark within.

Este es el agua y este es el pozo. Beban por completo y desciendan. El caballo es el blanco de los ojos y oscuro adentro. La frase ocasiona que todos los oyentes se desmayen al instante, mientras después de un inocente beso en la puerta de su casa, la adolescente termina recostada en la cama, y el gran insecto que nació en la oscuridad se arrastra en su boca. El leñador del Black Lodge deja la estación de radio en completa oscuridad y todo lo que oímos en el fondo es un caballo relinchando fuera de la pantalla.

Twin Peaks

Fotografía: Showtime

Aún nos quedan 10 episodios más hasta el 3 de de septiembre, cuando Lynch cierre finalmente las puertas de este misterio. Aunque ya tenemos más claro lo que sucedió en este episodio, no sabemos qué es lo que nos espera. En varias entrevistas, Lynch ha dicho que aunque “feliz” no es una palabra con la que describiría el final de la serie, dice que personalmente se siente satisfecho. ¿Será Twin Peaks su magnum opus? Está por verse. Pero de lo que estamos seguros es que este capítulo se quedará con nosotros por un largo tiempo: los monstruos de nuestras pesadillas están más cerca de lo que pensamos.

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