Little Simz
Lotus

Desde las calles del norte de Londres hasta los escenarios más prestigiosos del mundo, Little Simz ha construido una carrera impecable, tallada con la precisión de un artesano y la audacia de una revolucionaria. Nacida como Simbiatu Ajikawo, esta rapera británica de raíces nigerianas ha desafiado las expectativas del hip-hop con proyectos como Grey Area (2019), un disco crudo y visceral, y Sometimes I Might Be Introvert (2021), una ópera barroca de orquestaciones y confesiones. Ahora, con Lotus, Simz no solo enfrenta el duelo de una traición íntima —la ruptura con su productor y amigo de la infancia, Inflo— sino que redefine su voz en un paisaje sonoro desnudo, donde el dolor y la resiliencia se entrelazan como raíces en el lodo.
El álbum abre con Thief, un puñetazo lírico envuelto en guitarras post-punk y un bajo que palpita como un corazón herido. Aquí, Simz no solo acusa; disecciona. Cada verso es una herida abierta, una evidencia presentada ante el tribunal de su propio arte: That’s what abusers do / Make you think you’re crazy and second-guess your every move. La producción de Miles James Clinton, alejada del esplendor cinematográfico de trabajos anteriores, permite que la rabia y la vulnerabilidad respiren, creando un espacio íntimo donde cada palabra quema.
Pero Lotus no es un manifiesto unilateral. En Flood, con Obongjayar y Moonchild Sanelly, Simz se sumerge en el afrobeat, transformando la furia en un grito colectivo. Luego, en Young, adopta un tono casi caricaturesco (casi un guiño al britpop de los 90) para ironizar sobre la frivolidad, aunque el resultado se ubica entre la sátira y lo incongruente. Es en estos contrastes donde el álbum revela sus grietas: mientras Enough (con Yukimi Nagano) brilla como un himno funk-electrónico, Only se pierde en un bossanova diluido, como si la exploración sonora, por momentos, superara la intención.
La verdadera magia de Lotus emerge en sus interludios de fragilidad. Blood, un diálogo cantado con Wretch 32, es una joya narrativa donde el teléfono se convierte en confesionario: Hallo? Hallooo? repiten, simulando una llamada entre hermanos que reconcilia distancia y culpa. Y luego está Blue, el cierre con Sampha, donde pianos etéreos y voces quebradas dibujan un final que no es redención, sino aceptación: I was lonely making an album / Till I realised I’m all I needed to get through.
Más que un disco sobre el renacimiento, Lotus es un testimonio de la supervivencia. Simz no busca reinventarse; desarma las capas de su mitología personal para mostrar cicatrices y triunfos con igual crudeza. Si hay un hilo conductor, es la paradoja de la flor que inspira su título: crece en el fango, pero nunca se mancha. Así, entre producciones que oscilan entre lo sublime (Lion, Peace) y lo prescindible (Hollow), Simz confirma que su grandeza no está en la perfección, sino en la autenticidad feroz de su narrativa. Lotus es el sonido de una artista que ha aprendido a abrazar sus contradicciones. Un álbum que duele, danza, tropieza y se levanta, como un cuerpo que baila bajo la lluvia. Little Simz no necesita fuegos artificiales; le basta con su voz, un cuchillo afilado que corta hasta el hueso. Y en ese acto de desnudez, encuentra su mayor victoria: la libertad de ser, simplemente, humana.
Escucha Lotus en su totalidad a continuación.
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